CIUDAD DE LOS PORTALES:
LOS POETAS (I)
Selección de poemas y entrevistas realizadas por Arlen Regueiro Mas a cinco poetas residentes en Ciego de Ávila, Cuba
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SINOPSIS
Con la
pericia de un excelente comunicador, la confianza de un amigo, y la experiencia
que le otorga ser librero, promotor cultural y escritor, Arlen Regueiro Mas
logra reunir en este libro unas muy sinceras y atractivas entrevistas a las
cinco voces más relevantes de la poesía escrita en Ciego de Ávila en la última
década del siglo xx: Carmen Hernández Peña, José Rolando Rivero, Ileana
Álvarez, Francis Sánchez y Herbert Toranzo.
Cinco
maneras de dialogar con la poesía y la circunstancia de vivir en una ciudad,
capital de provincia, en la Cuba interior. Cinco poetas que se mantienen
viviendo, escribiendo y publicando en la Ciudad de los Portales. Cinco voces
que nos proponen un discurso íntimo desde la literatura, ofreciéndonos, además,
una muestra representativa de su obra poética.
PÓRTICO
(Texto introductorio al libro)
Antes de
existir una ciudad necesita ser nombrada, no solo por el mecánico albur de
quien hinca en el terreno su primera intención constructiva, mucho menos por
los caprichosos argumentos del paisaje o los accidentes que hacen confluir la
aventura del hombre en la naturaleza. Toda ciudad precisa que su existencia sea
fijada en la memoria colectiva a raíz de un evento social o político que la
focalice como imagen perdurable y la legitime en un contexto
histórico-cultural. Del mismo modo, su acto fundacional deviene en paráfrasis
de un mito, llave que abre la puerta de la épica urbana, desde una trama rural,
inquieta.
En lo
mitológico, como la mayoría de las ciudades, Ciego de Ávila alienta su espíritu
fundacional y nominativo en la figura de un pionero y en el aspecto espacial.
Factores políticos, militares y comerciales confluyen en el lugar durante poco
menos de una década, otorgándole protagonismo, abriéndole posibilidades de
expandirse y fecundar como centro de poder estratégico, resistiéndose al signo
de lugar de tránsito, sitio donde retomar las fuerzas para proseguir viaje
hacia uno u otro punto del laberinto insular.
Pero la
ciudad requiere que ese germen sea alimentado por quienes la habitan y el hecho
de su existencia devenga en un proceso espiral trascendente por medio de cierta
arquitectura intelectual, una figuración potente donde se hagan concretas las
esencias intangibles y populares que impregnan sus muros y calles con el paso
del tiempo. La ciudad precisa hacerse universal desde sí misma, pero sin
convertirse en reproductora del mundo, sin imitaciones ni pastiches forasteros.
La
intranquilidad de quienes habitan este renglón de la isla, su adolescencia y el
precario interés que han mostrado, históricamente, en la búsqueda de sí mismos,
no nos permite conocer y atesorar las expresiones literarias en el contexto
avileño durante parte de su primera existencia. Atreviéndonos quizás a desafiar
todo lo que desconocemos, y habiendo hallado la novela Siempre la muerte, su
paso breve de Reynaldo González, y los cánticos a la sabana que enarbolara
durante más de una década Roberto Manzano, podríamos asegurar que, de un modo
simbólico, permanecen en estos conjuntos las prístinas evidencias de un hecho
intelectual donde se pronuncia la existencia literaria de una ciudad, dígase
región, o cualquier otra toponimia que señale a esta comarca, que busca
reconstruirse piedra a piedra en la mente de sus hombres; para dejar de ser una
«provincia melancólica», y alcanzar el estatus de locus universalis tan
caro a los habitantes de otras ciudades del mundo.
Con el
gesto que significa este libro, queremos asistir a la celebración de un hecho
que podríamos entender, perfectamente, como la interpretación coral de un acto
emancipador en la literatura avileña, alumbramiento de una continuidad telúrica
y eficaz de la imagen que Ciego de Ávila tiene de sí misma, construida a partir
de una metáfora literaria cuya fijeza desbroza un camino seguro para volver a
nombrar la ciudad, y asegurar su existencia total, fecunda y perdurable.
El
presente libro quiere trascender lo que se entiende como un compendio de
entrevistas o florilegio poético; su carácter es más personal, íntimo, y
pretende dar cuerpo y aliento a un diálogo personal con algunas voces poéticas
que, durante casi 25 años, han permanecido en el territorio, escribiendo,
publicando; y que constituyen el grupo informal sobre cuyo vértice se concentra
la mirada del país, al entender, hablar, o discernir, lo que podría verse en
cuanto a la POESÍA AVILEÑA que se consolidaba durante los años 90 del
pasado siglo.
No
pretendiendo ser un índice exhaustivo de poetas, esta selección se atiene a
varios principios, donde el primero sería la convivencia actual de los poetas
en la Ciudad de los Portales (en este tórrido verano del año dos mil
catorce); publicación y reconocimiento de su obra fuera del ámbito local y
allende los mares (premios, antologías, eventos; todo aquello asumido
comúnmente por vida literaria y que hace visible al creador en particular);
además de que son voces auténticas, potentes, de una sensibilidad y estilo muy
significativos, dentro del marco espacio-temporal que les corresponde.
Todo
considerado desde la percepción individual, desde el extrañamiento, viéndonos
como espectadores activos de un acontecimiento que no se pretende enjuiciar,
sino solamente aportar al mismo una primera visión en conjunto, capaz de
propiciar lecturas e interpretaciones del proceso cognoscitivo, para una
fundamentación de lo que podría constituirse en metáfora o imagen literaria de la
Ciudad de los Portales.
SINOPSIS
Con la
pericia de un excelente comunicador, la confianza de un amigo, y la experiencia
que le otorga ser librero, promotor cultural y escritor, Arlen Regueiro Mas
logra reunir en este libro unas muy sinceras y atractivas entrevistas a las
cinco voces más relevantes de la poesía escrita en Ciego de Ávila en la última
década del siglo xx: Carmen Hernández Peña, José Rolando Rivero, Ileana
Álvarez, Francis Sánchez y Herbert Toranzo.
Cinco
maneras de dialogar con la poesía y la circunstancia de vivir en una ciudad,
capital de provincia, en la Cuba interior. Cinco poetas que se mantienen
viviendo, escribiendo y publicando en la Ciudad de los Portales. Cinco voces
que nos proponen un discurso íntimo desde la literatura, ofreciéndonos, además,
una muestra representativa de su obra poética.
PÓRTICO
Antes de existir una ciudad necesita ser nombrada, no solo por el mecánico albur de quien hinca en el terreno su primera intención constructiva, mucho menos por los caprichosos argumentos del paisaje o los accidentes que hacen confluir la aventura del hombre en la naturaleza. Toda ciudad precisa que su existencia sea fijada en la memoria colectiva a raíz de un evento social o político que la focalice como imagen perdurable y la legitime en un contexto histórico-cultural. Del mismo modo, su acto fundacional deviene en paráfrasis de un mito, llave que abre la puerta de la épica urbana, desde una trama rural, inquieta.
En lo
mitológico, como la mayoría de las ciudades, Ciego de Ávila alienta su espíritu
fundacional y nominativo en la figura de un pionero y en el aspecto espacial.
Factores políticos, militares y comerciales confluyen en el lugar durante poco
menos de una década, otorgándole protagonismo, abriéndole posibilidades de
expandirse y fecundar como centro de poder estratégico, resistiéndose al signo
de lugar de tránsito, sitio donde retomar las fuerzas para proseguir viaje
hacia uno u otro punto del laberinto insular.
Pero la
ciudad requiere que ese germen sea alimentado por quienes la habitan y el hecho
de su existencia devenga en un proceso espiral trascendente por medio de cierta
arquitectura intelectual, una figuración potente donde se hagan concretas las
esencias intangibles y populares que impregnan sus muros y calles con el paso
del tiempo. La ciudad precisa hacerse universal desde sí misma, pero sin
convertirse en reproductora del mundo, sin imitaciones ni pastiches forasteros.
La
intranquilidad de quienes habitan este renglón de la isla, su adolescencia y el
precario interés que han mostrado, históricamente, en la búsqueda de sí mismos,
no nos permite conocer y atesorar las expresiones literarias en el contexto
avileño durante parte de su primera existencia. Atreviéndonos quizás a desafiar
todo lo que desconocemos, y habiendo hallado la novela Siempre la muerte, su
paso breve de Reynaldo González, y los cánticos a la sabana que enarbolara
durante más de una década Roberto Manzano, podríamos asegurar que, de un modo
simbólico, permanecen en estos conjuntos las prístinas evidencias de un hecho
intelectual donde se pronuncia la existencia literaria de una ciudad, dígase
región, o cualquier otra toponimia que señale a esta comarca, que busca
reconstruirse piedra a piedra en la mente de sus hombres; para dejar de ser una
«provincia melancólica», y alcanzar el estatus de locus universalis tan
caro a los habitantes de otras ciudades del mundo.
Con el
gesto que significa este libro, queremos asistir a la celebración de un hecho
que podríamos entender, perfectamente, como la interpretación coral de un acto
emancipador en la literatura avileña, alumbramiento de una continuidad telúrica
y eficaz de la imagen que Ciego de Ávila tiene de sí misma, construida a partir
de una metáfora literaria cuya fijeza desbroza un camino seguro para volver a
nombrar la ciudad, y asegurar su existencia total, fecunda y perdurable.
El
presente libro quiere trascender lo que se entiende como un compendio de
entrevistas o florilegio poético; su carácter es más personal, íntimo, y
pretende dar cuerpo y aliento a un diálogo personal con algunas voces poéticas
que, durante casi 25 años, han permanecido en el territorio, escribiendo,
publicando; y que constituyen el grupo informal sobre cuyo vértice se concentra
la mirada del país, al entender, hablar, o discernir, lo que podría verse en
cuanto a la POESÍA AVILEÑA que se consolidaba durante los años 90 del
pasado siglo.
No
pretendiendo ser un índice exhaustivo de poetas, esta selección se atiene a
varios principios, donde el primero sería la convivencia actual de los poetas
en la Ciudad de los Portales (en este tórrido verano del año dos mil
catorce); publicación y reconocimiento de su obra fuera del ámbito local y
allende los mares (premios, antologías, eventos; todo aquello asumido
comúnmente por vida literaria y que hace visible al creador en particular);
además de que son voces auténticas, potentes, de una sensibilidad y estilo muy
significativos, dentro del marco espacio-temporal que les corresponde.
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