jueves, 20 de octubre de 2016

JEAN ARTHUR RIMBAUD: El Fugitivo

La poesía, no como substitución, sino como creación de una realidad independiente -dentro de lo posible- de la realidad a que estoy acostumbrada. La imágenes solas no emocionan, deber ir referidas a nuestra herida: la vida, la muerte, el amor, el deseo, la angustia. 
Nombrar nuestra herida sin arrastrarla a un proceso de alquimia en virtud del cual consigue alas, es vulgar. No es lo mismo decir: "No hay solución" que:
No saldrás nunca sin embargo 
de tu gran prisión de alcatraces.

Alejandra Pizarnik  



Collage sobre una foto de Rimbaud a los 15 años
Ernest Pignon


Quiero pensar que cuando Alejandra Pizarnik padecía su hemorragia verbal hacia el sentido de su existencia comulgó, en algún momento, con Jean A. Rimbaud, pensando, quizás por que no podría hacer otra cosa, ceñirse al infinito espacio de su cuerpo, desde la libertad que había delimitado en la literatura, y para la vida, el adolescente de Charleville

Porque Pizarnik y Rimbaud padecieron el hambre de buscar su sitio; la angustia de no sentirse en el lugar exacto donde debieran estar y no donde los pusieron sus padres, o las nocivas circunstancias de nacer fuera de una realidad que les pertenecieran. Ambos emprendieron sendos viajes, en la literatura y en la vida, aunque en sentidos bien opuestos. Ambos fueron fugitivos con el propósito de encontrarse: 

El periplo de Pizarnik se atuvo al cuaerpo, enclaustrándose quiso recuperar un momento absoluto, potenciar un instante y re-vivir su vida por medio de la literatura. Su camino fue hacia adentro, de la realidad a la ficción, para huir del ruido substanciando la experiencia mundana.

Rimbaud por su parte buscó su lugar hacia afuera, en la  vida, al tiempo que su literatura volvía a incrustarse seriamente en el subconsciente profundo, tanto que acabó por olvidarla, echándola a un lado cuando su peso no le dejaba vivir. Se hastió muy pronto de la realidad absoluta, de la impuesta y de la inventada. Sintió asco de ser y trató de reinventarse, huyendo de todo. Siendo Otro. 

Uno y otro fueron su tema. Agotaron su procacidad en ansias de vivir, en necesidad de "ser" literatura. Crearon el mito Arthur, y el mito Alejandra, de manera univoca, absoluta; pretensión que suele llevar a los escritores desde la mas exquisita vanidad a la total indiferencia. 

Aún así tenían que morir, para que su obra existiera...


Arte urbano con la imagen de Rimbaud, Paris, 1978
Ernest Pignon

Canción de la más alta torre



Que venga, que venga
el tiempo de amar, que venga.

Tuve tanta paciencia
que todo lo he olvidado.
Temores y malestares
a los cielos volaron.
Y la sed malsana
oscurece mis venas.

Que venga, que venga
El tiempo de amar, que venga.

Como la pradera
al olvido entregada,
crece, y en flor
de incienso y cizaña,
Bajo el feroz zumbido
de las sucias moscas.

Que venga, que venga
El tiempo de amar, que venga.


Yo amaba el desierto, los vergeles quemados, las tiendas marchitas, las bebidas tibias. Me arrastraba por las callejas hediondas y con los ojos cerrados, me ofrecía al sol, dios de fuego.

«General, si queda un viejo cañón sobre tus murallas derruidas, bombardéanos con bloques de tierra seca. ¡Bombardea los espejos de los almacenes espléndidos! ¡Bombardea los salones! Haz tragar su polvo a la ciudad. Oxida las gárgolas. Llena los tocadores de briznas de rubí quemante ...»

¡Oh! el moscardón embriagado en el mingitorio de la posada, enamorado de la borraja, y que disuelve un rayo de luz.



MARGINALIA: El 20 de octubre de 1854 en Charleville-Mézières, Francia, nacía Jean Nicolas Arthur Rimbaud. Un poco de tiempo después su llegada a París, a la literatura, al mundo, haría que todo fuera diferente. / Durante mas de 150 años, adolescentes de todas partes, leen sus poemas; y quienes no pueden huir de la maldición, los poetas, lo tienen como un genio. / Ante sus versos la unanimidad se hinca de rodillas como si fuera un Dios y se vuelve a preguntar: ¿por qué huyó de la poesía? / Yo, a veces, quiero pensar que solo era un niño, y tenía mucho miedo.


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